El privilegio de estar equivocado.
Cuando uno está realmente viviendo en el límite, caminando sobre el abismo, o atrapado en las garras de la pobreza extrema, no hay espacio en absoluto para el error. Es un lujo que uno no puede permitirse. Para el resto, sin embargo, hay un colchón. Estar mal no es mortal, es simplemente algo que preferiría evitarse.
Poder tener el privilegio de estar equivocado, no estando equivocado a propósito, por supuesto, es un coste en el camino de la razón. A medida que se tienen más recursos, el hecho de estar equivocado pasa de ser fatal a ser molesto, y después, a ser una valiosa oportunidad, algo que uno siente que se ha ganado.
No se va a avanzar en ninguna causa o a descubrir nuevas verdades, si se está obsesionado con tener la razón todo el tiempo, por lo que la mejor forma de aprovechar la ventaja obtenida y lograr aún más de lo que ya se tiene, es exponerse (con entusiasmo) a ser lo más abierto a equivocarse tan a menudo como uno pueda darse el lujo de permitirselo.
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